Madre, vengo del tumulto de la vida.
El cansancio me invade todo mi ser.
Es tan difícil aceptar con paz todo
lo que sucede alrededor de uno durante
una jornada de trabajo y lucha.
Las cosas en las que habíamos depositado
tanta ilusión, decepcionan.
Las personas a las que queremos entregar
bondad, nos rechazan, Y aquellas otras
a las que acudimos en una necesidad,
intentan sacar provecho.
Por eso vengo a ti, Oh Madre, porque
dentro de mí camina un niño inseguro,
pero junto a ti me siento fuerte y
confiado. Solo el pensar que tengo una
madre como tú, me da ánimo. Me siento
apoyado en tu brazo y guiado por tu mano.
De esta manera puedo con tranquilidad,
retomar el camino.
Renuévame por completo para que consiga
ver lo hermoso de la vida. Levántame para
que pueda caminar sin miedo, dame tu mano
para que acierte siempre con mi camino.
Dame tu bendición, para que mi presencia
sea, en medio del mundo, un signo de tu
bendición.
Amén.
P. Ignacio Larrañaga


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