Palabra del Señor


Después de esto, el Señor eligió... a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos, delante de él, a todas las ciudades y lugares adonde debía ir.
Les dijo: «La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha.
Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos.
No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos.
Al entrar en cualquier casa, bendíganla antes diciendo: La paz sea en esta casa.
Si en ella vive un hombre de paz, recibirá la paz que ustedes le traen; de lo contrario, la bendición volverá a ustedes.
Mientras se queden en esa casa, coman y beban lo que les ofrezcan, porque el obrero merece su salario.
No vayan de casa en casa. Cuan do entren en una ciudad y sean bien recibidos, coman lo que les sirvan,
sanen a los enfermos y digan a su gente: El Reino de Dios ha venido a ustedes.
Pero si entran en una ciudad y no quieren recibirles, vayan a sus plazas y digan:
Nos sacudimos y les dejamos hasta el polvo de su ciudad que se ha pegado a nuestros pies. Con todo, sépanlo bien: el Reino de Dios ha venido a ustedes.
Yo les aseguro que, en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad.
Los setenta y dos discípulos volvieron muy contentos, diciendo: «Señor, hasta los demonios nos obedecen al invocar tu nombre.»
Jesús les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Miren que les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y poder sobre toda fuerza enemiga: no habrá arma que les haga daño a ustedes.
Sin embargo, alégrense no porque los espíritus se someten a ustedes, sino más bien porque sus nombres están escritos en los cielos.
Lc 10, 1-12. 17-20

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