Cuando Tú mismo
pongas a prueba mi fe,
y me hagas marchar
por entre la niebla más cerrada,
borrada toda vereda ante mí
por mucho que mi paso vacile,
haz que mi mirada,
tranquila e iluminada,
sea un testimonio viviente,
de que te llevo conmigo,
de que estoy en paz.
Cuando Tú mismo
pongas a prueba mi confianza,
permitiendo
que el aire se vaya enrareciendo
y que me embargue la sensación
de que el suelo se está resquebrajando
bajo mis pies
que la mirada les recuerde a todos
que no hay nadie
que cuente con la fuerza suficiente
para arrancarme de tí
en quien caminamos
respiramos y somos.
Y si un día Tú mismo permites
que el odio me salpique
y me prepare trampas,
y falsee mis intenciones,
y los desfigure
que la mirada de tu Hijo
vaya repartiendo
serenidad y amor
a través de mis ojos.
Helder Cámara

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