Estás muy preocupado por tomar las decisiones correctas respecto de tu trabajo. Tienes tantas opciones que estás constantemente agobiado por la pregunta '¿Qué debo hacer y qué no?'. Se te pide que respondas a muchas necesidades concretas. Hay gente que visitar, gente que recibir, gente con la que simplemente estar. Hay temas que piden atención, libros que parece importante leer y obras de arte para ver. Pero ¿qué de todo esto verdaderamente merece tu tiempo?
Empieza por no permitir que estas personas y estos temas se adueñen de ti. Mientras piensas que los necesitas para ser tú mismo, no eres verdaderamente libre. Gran parte de su urgencia proviene de su propia necesidad de ser aceptados y reconocidos. Debes seguir volviendo a la fuente: el amor de Dios por ti.
En muchas maneras, aún quieres organizar tu propia agenda. Actúas como si tuvieras que elegir entre muchas cosas, todas las cuales parecen igualmente importantes. Pero no te has entregado por completo a la guía de Dios. Sigues luchando con Dios por ver quién tiene el control.
Trata de dejar tu agenda en las manos de Dios. Di continuamente: 'Hágase tu voluntad, no la mía.' Entrega a Dios cada parte de tu corazón y de tu tiempo, y deja que Él te diga cuándo y cómo responder. Dios no quiere destruirte. El agotamiento, la extinción y la depresión no son señales de que estás haciendo la voluntad de Dios. Dios es amable y gentil. Desea darte una profunda sensación de seguridad en su amor. Una vez que te hayas permitido sentir plenamente ese amor, serás más capaz de discernir quién se te envía en nombre de Dios.
No es fácil entregarle a Dios tu agenda. Pero, cuanto más lo haces, más se transforma el 'tiempo del reloj' en 'tiempo de Dios', y el tiempo de Dios es siempre la plenitud del tiempo.

Anthony De Melo

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