Creo que la sorpresa fue una de las primeras reacciones que nos atrapó a todos frente al anuncio: Jorge Mario Bergoglio, Card. Argentino, elegido como Papa y con el nombre de Francisco.
Evidentemente, dentro de las varias reacciones, prevalece en mi caso la de la alegría y la del compromiso. Los que pertenecemos al "personal de tierra" de Tata Dios, en su Iglesia, sabemos que lo que le toca a Don Jorge Mario, ahora como Papa Francisco, no es tarea fácil, y que lo de honra es simple reacción nuestra, y que quizá en él lo sea de agobio.
Por eso uno comienza a interpretar pequeños signos que pueden ser decidores para vislumbrar las líneas que lo guiarán en esta tarea que Dios le encarga. En primer lugar les aclaro que no lo conozco tanto como para pavonearme en profetizar lo que podemos esperar de las medidas que ciertamente tendrá que tomar en la conducción de la Iglesia. Por eso simplemente escojo un par de signos pequeños y muy primarios:
1.- La sencillez y casi cara de susto con la que salió al balcón, sin los atuendos pontificios a los que estamos acostumbrados.
2.-Que siguiendo una costumbre ya casi muletilla en él, es que haya insistido en que recen por él, y que antes de bendecir al pueblo reunido en la plaza, les haya pedido que sea el pueblo quien lo bendiga a él.
3.-Que todo su pequeño mensaje estuvo claramente dirigido a la Iglesia de Roma, de la que él acababa de ser designado como obispo. No se presentó como Summo Pontífice hablando Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) sino simplemente a la Diócesis de Roma de la que ahora es obispo. Evidentemente una diócesis muy especial porque es la que tiene la Misión en el mundo católico de presidir a las demás iglesias en la caridad.
4.-Con esto puso claramente en primer lugar a la Iglesia, antes que a su persona, y esto es ya un signo muy llamativo de lo que esperamos sea su forma de ejercer el encargo de confirmarnos a todos en la fe.
Más allá de estos pequeños signos iniciales, casi espontáneos y dichos en la emoción de una sorpresa compartida, está toda su actitud como arzobispo de Buenos Aires, también ella preeminente entre sus hermanas las otras diócesis.
Como monje y cura católico, me uno a los deseos y esperanzas de mis hermanos musulmanes, judíos y evangélicos que son expresados en otros lugares de este mismo medio y que muestran lo mejor de las esperanzas de un mundo que desde la fe, cree en la posibilidad de la paz y de la fraternidad entre los hombres.
Que el Señor lo bendiga a él, y que él pueda ser una fuente de bendición para todos nosotros.
P. Mamerto Menapace

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