Cuando apresamos
las cosas y las personas,
nos convertimos
en carceleros,
que también tienen
que estar en la cárcel
para que no se les escape
ningún preso.
Cuando dejamos
volar al pájaro,
rodar el oro
y alejarse los seres
que más queremos,
vivimos libres
para ir a cualquier parte
y estrenar el futuro
donde aparezca el Reino.

Benjamín González Buelta, SJ

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