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En este mundo hay muchas cosas por las que no podemos ni debemos estar agradecidos. El sufrimiento y la injusticia son una llamada a trabajar paciente e incansablemente por un mundo mejor. Para esta interminable tarea, las personas agradecidas están mucho mejor preparadas que las personas airadas o fanáticas. Además, las personas agradecidas descubren y admiten más fácilmente que el mal está también en su interior como una quinta columna, y esto lleva a una actitud diferente. Creemos, agradecidamente, que en esta lucha contra el mal que nos circunda y nos invade somos instrumentos en las manos de Dios y colaboradores de Jesús. El agradecimiento intensifica la conciencia de nuestra unidad y hace que se transparente con mayor facilidad la gloria de Dios. Piet van Breemen SJ
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El agradecimiento no minimiza nada, sino que deja que las cosas y las personas brillen en todo su esplendor. Pero la persona agradecida tampoco se minimiza a sí misma, porque la actitud agradecida y el complejo de inferioridad son incompatibles. Anthony de Mello afirmaba: “Es inconcebible que alguien pueda estar agradecido y ser infeliz”. Y el psiquiatra alemán Albert Görres observa la misma incompatibilidad: “No se puede estar al mismo tiempo descontento y agradecido”. Piet van Breemen SJ
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La persona agradecida recuerda el día de la independencia de su país y a quienes dieron su vida por ella, el cumpleaños de las personas queridas, el aniversario de su boda o del fallecimiento de un amigo... La persona agradecida celebra lo s magnalia Dei, los hechos asombrosos de Dios, y, por encima de todo, la muerte de Jesús, sin solución de continuidad con su Resurrección. La Eucaristía es la memoria transformada en agradecimiento. En su discurso de despedida, Jesús nos promete el envío Espíritu Santo para que nos lo recuerde (Jn 14,26). Piet van Breemen SJ
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Las personas agradecidas son encantadoras, porque son propagadoras de la Buena Noticia. Recuerdo la visita que hice a una mujer que llevaba doce años en un hospital por causa de una esclerosis múltiple. Estaba sentada en una silla de ruedas y con la mano izquierda completamente paralizada. Me contó cómo, aunque al principio se había rebelado contra la enfermedad, poco a poco había aprendido a aceptarla y a sacarle el máximo partido. Durante nuestra conversación, sus ojos se iluminaron de repente cuando, con gran convicción, me dijo: “Padre, estoy tan agradecida por poder usar todavía mi mano derecha...”. Me sentí profundamente conmovido al ver cómo, entre los negros nubarrones del sufrimiento, se abría un claro que permitía divisar el azul del cielo. Y me sentí también avergonzado por haber agradecido a Dios tan pocas veces -si es que alguna- el tener mis dos manos sanas. Piet van Breemen SJ
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Es interesante ver en el zoo cómo alimentan a las culebras. En la misma jaula donde están las culebras tienen ratones que conviven con ellas. No alimentan directamente a las culebras, pues éstas solo se alimentan de seres vivos, pero sí se preocupan de alimentar a los ratones. Así cuando la culebra tiene hambre, baja del tronco donde duerme y se come u ratón, luego vuelve a echarse para digerirlo. Este macabro espectáculo me hizo pensar en la pobreza: nunca he visto a alguien que la desee, todos la rechazan y quisieran eliminarla. Me pregunto: de dónde surge la pobreza si nadie la desea?. Nadie la desea es cierto, pero sí no gusta el individualismo que genera egoísmo del cual se nutre la pobreza… Qué actitudes más más alimentan mi individualismo? En la sociedad actual, a quiénes reconocemos como culebras y a quiénes como ratones? Te das cuenta de que nuestro individualismo no solo alimenta pobreza sino que a nosotros nos empobrece? Qué podemos hacer para terminar con nu...