En unos tiempos que conceden una primacía casi absoluta al «yo» en cada una de sus dimensiones (corporal, psicológica, social, anímico-espiritual), el Beato Pedro Fabro nos ayuda a redimensionar cada una de ellas, desvelando su contenido y significado últimos, apuntando hacia el Amor de Dios como plenitud para el ser humano. Como explorador y constructor de la subjetividad religiosa, Fabro desvela el interior del ser humano como lugar privilegiado para la revelación de Dios y posibilidad de encuentro con El. Fabro se tomó muy en serio su propio sentir y su propia sensibilidad, porque, ante todo, no era solo suya: era la manera que tenía Dios de encontrarse con él. Escuchar e interpretar su mundo interno implicaba mucho más que la búsqueda de un equilibrado bienestar propio que busca compulsivamente compensar ansiedades, inquietudes o cansancios propios de un «estrés incipiente»; escucharse e interpretarse es un modo de escuchar-Lo e interpretar-Lo, un modo de acceder a Dios. El ser humano es razón y sujeto de respeto, y también de admiración y reverencia... porque lleva consigo el sello de lo Divino, el rostro de Cristo. Dios nos habita, quiere habitarnos y no puede dejar de quererlo. La Cuarta Dimensión del Ser humano, el lugar invisible y evidente donde se intuye y a veces se toca la plenitud de Ser, no es físico, temporal o espacial; es crístico, teológico... místico. (La Cuarta Dimensión - José García de Castro, SJ)
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