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Mostrando entradas de abril 19, 2015
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No hay que pensar el aire para que se filtre al último rincón de los pulmones, ni hay que imaginar la aurora para que decore el nuevo día jugando con los colores y las sombras. No hay que dar órdenes al corazón tan fiel, ni a las células sin nombre para que luchen por la vida hasta el último aliento. No hay que amenazar a los pájaros para que canten ni vigilar a los trigales para que crezcan, ni espiar la semilla de arroz para que se transforme en el secreto de la tierra. En dosis exacta de luz y de color, de canto y de silencio, nos llega la vida sin notarlo, don incesantemente tuyo, trabajador sin sábado, Dios discreto. Para que tu infinitud no nos espante, te regalas en el don en que te escondes. Benjamín González Buelta SJ
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La resurrección de Jesús fue un acontecimiento oculto. Jesús no resucitó de la tumba para desconcertar a sus adversarios ni para proclamar su victoria o demostrar a quienes lo crucificaron que, después de todo, tenía razón. Jesús resucitó como una señal, para quienes lo amaban y seguían, de que el amor de Dios es más fuerte que la muerte. A las mujeres y a los hombres que se habían comprometido con Él les reveló que su misión había llegado a su término. A quienes compartían su ministerio, les asignó la sagrada tarea de invitar a la gente a una nueva vida con Él. El mundo no tuvo noticia de ello. Sólo aquellos que Él trataba familiarmente, con quienes había partido el pan y a quienes dijo palabras de paz, fueron conscientes de lo sucedido. Y a pesar de todo, fue un acontecimiento oculto el que liberó a la Humanidad de la condena de la muerte. HENRI NOUWEN.
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¡Qué importante es el trabajo de autoconocimiento! No tanto para mirarnos en el espejo egocéntricamente, sino para descubrirnos, reconocernos, amarnos, perdonarnos, armonizarnos…Y luego, con todo ese tesoro, lanzarnos a colaborar solidariamente con el prójimo que más nos necesita. Dentro de nuestra familia, barrio y comunidad. De nada sirve conocernos y no brindarnos a los demás… P. Javier Rojas sj y Ale Vallina
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Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo. Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Charles de Foucauld