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Mostrando entradas de junio 7, 2015
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Vengan a mí los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré.» Mt. 11, 28. Si algo nos agobia es no tener un lugar tranquilo donde descansar y percibirnos amados gratuitamente. Con frecuencia nos sentimos cansados y exigidos. Luchamos diariamente yendo de un lugar a otro para lograr nuestras metas, pero no tenemos un espacio sencillo y cálido adonde ir a descansar y a recuperar las fuerzas. El agobio puede ser aún mayor si, además, no contamos con un corazón dispuesto a recibirnos tal y como somos. ¿Qué agobia al hombre y a la mujer de hoy? El estrés, sin dudas. Correr de aquí para allá nos enferma silenciosamente. Mayor agobio aun, nos produce estar perdiendo la capacidad de amar y de sentirnos amados gratuitamente. No hay mejor lugar donde hallar la paz y el descanso que el alma necesita, que el corazón de Jesús. Ese corazón es nuestro remanso, nuestro bálsamo, nuestro cobijo seguro. Con frecuencia nos sentimos agobiados, preocupados y estresados por
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Cada acto, cada pensamiento, cada palabra dicha o pensada van creando nuestra existencia. No hay un libro escrito con todo lo que ha de pasar cada día de nuestra vida, como tampoco hay un camino hecho. Vamos “haciéndonos” mientras vivimos ya que somos artífices construyendo realidad en cada momento. Hacemos camino mientras andamos paso a paso, y aun cuando sentimos que retrocedemos, o que nos perdemos en alguno de los tramos del sendero, hemos de entender que eso también es parte del viaje. Si concebimos en nuestra mente un mundo más bello es más que posible que la belleza nos sorprenda a cada minuto. @Ale Vallina
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Pidamos a la Virgen que nos dé su corazón, su corazón tan bello, tan alegre, tan lleno de amor y de humildad, de manera que nos haga capaces de recibir a Jesús en el Pan de Vida, de amarlo como ella lo amó, y de amarlo bajo el aspecto adolorido del más pobre entre los pobres. Beata Teresa de Calcuta
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Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: "Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a lo
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Jesús te amo. Tu compañía es para mí lo más importante y el bálsamo ante las circunstancias de la vida. Cuesta seguirte, y creo que cuando me suelto de tu mano es cuando comienzan los tropezones y las caídas. Sin estar sostenido en Ti no es posible seguirte ni hacer en la vida lo mejor para uno. Eso es hacer tu voluntad. Bendíceme, Señor, para que esta semana me mantenga firmemente asido a tu mano. Te lo pido Jesús. Hernán Opazo Delpiano
Corpus Christi: recordatorio del amor entregado.
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E l primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?". El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'. El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Esta es mi Sangre,