En la Tercera Regla de Discernimiento, de nuevo Ignacio afirma que no podemos tener conocimiento de Dios separados del mundo creado. Dice que la consolación es: “un movimiento interior… que se instala en el alma, por el cual ésta se inflama de amor a su Creador y Señor, y como consecuencia, no puede amar las cosas creadas por ellas en sí, sino al Creador de todas ellas".
Hedwig Lewis, S.J.

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