Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son como unos esquemas, unos simples apuntes sin apenas desarrollar, en los que el santo recogió un conjunto riquísimo y coherente de experiencias espirituales por las que él mismo pasó y que constituyen la clave de toda su espiritualidad. Los Ejercicios forman un todo enormemente estructurado y coherente. No son simples meditaciones o propuestas de meditaciones sueltas, sino un camino trazado y graduado con toda precisión para que cualquier hombre pueda «vencerse a sí mismo y ordenar su vida».
Este itinerario de experiencias espirituales, por las que ha de ir pasando el ejercitante, se articula en tres meditaciones fundamentales que son como los tres arcos de bóveda sobre los que descansa todo el edificio de los Ejercicios: el «Principio y Fundamento», o visión antropológica; la «Meditación del Reino», o visión cristológica; y la «Contemplación para alcanzar amor», o visión integral.
Estas tres meditaciones fundamentales se corresponden y completan entre sí, articulando de este modo los ocho grandes temas de los Ejercicios ignacianos: San Ignacio pone al ejercitante ante su verdad de creatura que tiene que servir y elegir (Principio y Fundamento) y ante el reverso de esta visión antropológica, que es la mentira («Pecado» y «Pecados propios»); le enseña el camino a seguir, que es Cristo (Meditación del Reino), estimulando su afectividad, y presenta el servir y el elegir del Principio y Fundamento, cualificados ahora por el servicio y las elecciones de Cristo (Meditaciones de las «Banderas», los «Binarios» y los «Grados de Humildad») y acrisolados y contrastados por el dolor y el gozo (Meditaciones de la Pasión y la Resurrección); finalmente, en la «Contemplación para alcanzar amor» el servicio de la creatura al Creador se convierte en comunicación de un amigo a otro amigo, y la elección se vuelve respuesta de amor por los beneficios recibidos: «Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno».
Florencio Segura, SJ
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