La persona agradecida recuerda el día de la independencia de su país y a quienes dieron su vida por ella, el cumpleaños de las personas queridas, el aniversario de su boda o del fallecimiento de un amigo... La persona agradecida celebra los magnalia Dei, los hechos asombrosos de Dios, y, por encima de todo, la muerte de Jesús, sin solución de continuidad con su Resurrección. La Eucaristía es la memoria transformada en agradecimiento. En su discurso de despedida, Jesús nos promete el envío Espíritu Santo para que nos lo recuerde (Jn 14,26).
Piet van Breemen SJ

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