Todo cambió cuando, un buen día, de manera absolutamente inesperada, un ángel se le apareció a Miriam y le dijo que Dios la había escogido para una tarea muy especial. La primera reacción de Miriam fue el miedo. Al notarlo, el ángel le aseguró que no había razón alguna para que estuviera asustada. El miedo se tornó en incredulidad cuando el ángel siguió hablando. Dios –le dijo el ángel- la había elegido para ser la madre de su Hijo, un niño que sería concebido por su unión con el Espíritu de Dios. Instantáneamente, la cabeza de Miriam se llenó de miles de preguntas. De nuevo apareció el miedo, al caer ella en la cuenta de algunas de las implicaciones de lo que se le había propuesto. Pero la confianza en la bondad de Dios, absolutamente fiable, fue el más profundo y seguro instinto de Miriam, la cual no necesitó más que un momento para responder: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).


David G. Benner (Entregarse al Amor)

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