Nuestro bienestar cuelga de manos encadenadas que lo sostiene. Los signos del amor están dispersos y escondidos en toda la historia y precisan de una mirada enamorada para saber apreciar las huellas, orientarse por rastros muy sutiles, que no todos saben captar. Hace falta una mirada de lince y un olfato de sabueso para explorar las quiebras de humanidad ante un Dios encarnado que se nos muestra en la carne y en la debilidad, y desaparece de nuestra vista cuando le escrutamos en los signos del poder y del prestigio.
Xavier Quinzá Lleó sj

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