Segundo defecto: Jesús no sabe matemáticas. Si Jesús hubiera
hecho un examen de matemáticas, quizá lo hubieran suspendido. Lo demuestra la
parábola de la oveja perdida. Un pastor tenía cien ovejas. Una de ellas se
descarría, y él, inmediatamente, va a buscarla dejando las otras noventa y
nueve en el redil. Cuando la encuentra, carga a la pobre criatura sobre sus
hombros (cf. Lc 15, 47). Para Jesús, uno equivale a noventa y nueve, ¡y quizá
incluso más! ¿Quién aceptaría esto? Pero su misericordia se extiende de
generación en generación... Cuando se trata de salvar una oveja descarriada,
Jesús no se deja desanimar por ningún riesgo, por ningún esfuerzo. ¡Contemplemos
sus acciones llenas de compasión cuando se sienta junto al pozo de Jacob y
dialoga con la samaritana, o bien cuando quiere detenerse en casa de Zaqueo!
¡Qué sencillez sin cálculo, qué amor por los pecadores!
Monseñor
Van Thuan
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