Cuando ayunes, perfúmate la cabeza"
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidado de no practicar su justicia
delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendrán
recompensa del Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas
trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las
calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya
reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.»Y cuando oréis, no seáis como los
hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas
bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben
su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de
cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como
los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan;
en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma
tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres,
sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará».(Mt 6,1-6.16-18):
Hoy iniciamos la Cuaresma, y lo
hacemos con el gesto de la imposición de la ceniza.
¿Y por qué ceniza? Porque es un signo
de penitencia. En los primeros siglos del
Cristianismo se rociaba con la ceniza a los penitentes “públicos” como una
señal del arrepentimiento de sus faltas.
Esta ceniza, que hoy vamos
a recibir, proviene de los ramos de olivo bendecidos el Domingo de Ramos el año
anterior
El gesto de la ceniza
simbolizaba, en el cristianismo primitivo, el camino cuaresmal de los ”que querían recibir la reconciliación al
final de los cuarenta días y, en concreto, el Jueves Santo”. Era una forma
clara de expresar ante el mundo que se consideraban pecadores y tenían deseos
de conversión.
Hoy con el mismo deseo
de reconciliación vamos a recibir las cenizas. ¿Que sentido tiene para nosotros, en la cultura que vivimos, a la imposición de la ceniza?
Podemos distinguir tres elementos:
1) Es una clara conciencia de nuestra debilidad humana con
las que tenemos que reconciliarnos, y de la necesidad de tomarnos un tiempo
para pensar si nuestra vida se encamina hacia aquello que verdaderamente nos
hace felices: el encuentro con el Señor en la Pascua a través de la muerte.
2) Es reconocer y hacer consciente nuestros defectos y la incoherencia
en nuestra conducta para saber pedir
perdón a quienes hemos ofendido y reparar, en caso de ser posible, el daño
cometido.
3) Esta debilidad encuentra su fuerza y dignidad en el reconocimiento de la necesidad que tenemos de Dios. Él es el que sostiene, alienta, anima y
fortalece nuestra vida.
En el Evangelio, Jesús no pide
practicar la limosna, el ayuno y la oración PERO con una claro mandato, alejados
de toda hipocresía: «No lo vayas
trompeteando por delante» (Mt 6,2). Los hipócritas, enérgicamente
denunciados por Jesucristo, se
caracterizan por la falsedad de su corazón.
Jesús nos advierte de la hipocresía que significa cumplir, incluso de “buena fe”, todo lo que
manda la Ley de Dios y la Escritura Santa. Pero este cumplimiento se hace de manera exterior sin correspondencia con la conversión
interior. La cuaresma no es un tiempo para "desempolvar" nuestros ritos, sino un espacio para la conversión interior.
La hipocresía sobre la que nos
advierte Jesús es aquella que reduce la
limosna a una “propina”. Deja de ser un acto fraternal y se
convierte en un gesto tranquilizador de la conciencia porque no cambia la
mirada sobre el prójimo.
El ayuno, queda limitado al cumplimiento formal de no “comer carne” pero no somos
capaces de corregir el consumismo compulsivo ya sea de cosas materiales y también de las espirituales, lo
que suele llamar hoy la “bulimia espiritual”. Se
consume espiritualidad pero se es cada vez más mundano. Finalmente, la oración —reducida a estéril monólogo— no llega a
ser una auténtica apertura espiritual ni un coloquio íntimo con el Padre y
escucha atenta del Evangelio del Hijo, sino un espacio para seguir hablando,
hablando, hablando sin escuchar….
La religión de los hipócritas es una
religión triste, legalista, moralista, de una gran estrechez de espíritu. Lleno de ritos y formas vacías sin correspondencia absoluta con la conversión o renovación interior en el Espíritu.
Por el contrario, la Cuaresma
cristiana es la invitación que cada año nos hace la Iglesia a una
profundización interior, a una conversión exigente, a una penitencia humilde,
para que dando los frutos pertinentes que el Señor espera de nosotros, vivamos
con la máxima plenitud de alegría y el gozo espiritual de la Pascua.
P. Javier
Rojas sj
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