Nuestras utopías verdaderamente humanas son alimentadas por
el reino de Dios, pero al mismo tiempo nunca son absolutas, todas llevan dentro
una dosis de cizaña que tarde o temprano aparecerá en medio del trigo. Siempre
quedan abiertas a nuevas posibilidades, pues el reino de Dios sólo llegará a su
plenitud absoluta en la reconciliación de todo lo creado con Cristo después de
la resurrección. Si alguna utopía se presenta como absoluta en la historia, se
convierte en una maquinaria intolerante de exclusión y de muerte.
Benjamín González
Buelta sj
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