El desencanto es aquel tipo de experiencia que se da en el ánimo cuando viene a desvanecerse algo que nos encantaba. Ya que “encantar” es cautivar toda la atención de uno por medio de la hermosura, la gracia o el talento. ¿Es nuestra vida, nuestros grupos, nuestra familia, nuestra misión apostólica un lugar de “encanto” o de “desencanto”?
Si algo deja de cautivar nuestra atención, casi nunca sucede por decisión consciente, sino porque otra cosa empieza a interesarnos más de lo que nos encantaba, o sencillamente, notamos que nuestro tono vital desciende y nuestro corazón deja de arder.
¿Cuáles son los elementos que “refrescan” y enardecen nuestra vida? La centralidad del Señor de nuestra vida, es uno de ellos, ¿cómo recuperar la pasión por Dios en nuestra situación concreta de debilidad, de cortedad de miras? El atractivo de nuestra espiritualidad es otro: ¿qué se ha hecho de nuestra devoción? ¿‘Vivimos una espiritualidad afectiva, es decir, “intensa”?
Xavier Quinzà Lleó, sj
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