Claves para atravesar el desierto
« 1 Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado
por el Espíritu al desierto, 2
por cuarenta días, y era tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días;
y cuando fueron cumplidos, tuvo hambre. 3
Entonces el diablo le dijo: --Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se
haga pan. 4 Jesús le
respondió: --Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre. 5 Al llevarle a una altura, le
mostró todos los reinos de la tierra en un momento. 6 Y el diablo le dijo: --A ti te
daré toda autoridad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y
la doy a quien yo quiero. 7
Por esto, si tú me adoras, todo será tuyo.
8 Respondiendo Jesús, le dijo: --Escrito está: Al Señor tu
Dios adorarás, y a él solo servirás. 9
Y le llevó a Jerusalén y le puso de pie sobre el pináculo del templo, y le
dijo: --Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo. 10 Porque escrito está: A sus
ángeles dará órdenes acerca de ti para que te guarden, 11 y en sus manos te llevarán, de
modo que nunca tropieces con tu pie en piedra.
12 Respondiendo Jesús le dijo: --Dicho está: No pondrás a
prueba al Señor tu Dios. 13
Cuando el diablo acabó toda tentación, se apartó de él por algún tiempo. »
Lc 4, 1-13
El silencio y la soledad con frecuencia despiertan
temor. Tal vez por eso muchos prefieran aturdirse andando de un lugar a otros,
inquietos, sin estar en ningún sitio.
En tiempo de
cuaresma, el desierto, es el ícono de la soledad
conquistada. Es el momento adecuado para prestar atención a la voz de Dios
que invita a la conversión. Es la ocasión para enfrentar el miedo que nos
suscita estar de frente a la propia verdad.
Junto a Jesús
somos invitados a transitar nuestro propio desierto en soledad y silencio para profundizar
en los fundamentos que sostienen la propia vida.
¿Por qué tememos
al silencio y la soledad? ¿Por qué preferimos la verborragia al silencio? ¿Por
qué huimos de estar a solas con nosotros mismos? Tememos encontrarnos con lo
que realmente somos y con nuestra propia verdad. En el silencio del desierto
surge la voz que nos dice que tal vez la vida que llevamos no es real, está “inflada”
o carece de fundamentos sólidos. Al acallar las voces que nos aturden, y
detener los “correrías” que nos distraen surgen los “asuntos” que necesitan ser
tratados de cara a Dios.
El desierto, es
un tiempo para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios. Para recibir de
Dios la luz del discernimiento que nos ayuda a elegir con mayor certeza. Es el momento
propicio para enfrentar nuestros miedos y conquistar nuestros temores. Es el
lugar para hacer frente a nuestros complejos y liberarnos de nuestras ataduras.Sin hacer
frente a aquello que nos atemoriza y nos quita libertad, difícilmente podamos
vivir en paz.
¿Cómo pretendes estar a gusto con otros, si no
sabes estarlo contigo mismo? ¿Cómo puedes reclamar amor hacia ti, si tú no has
aprendido a amarte? ¿Cómo es posible que quieras conquistar algo, si no eres
capaz hacer frente a tus propios miedos?
En las
tentaciones de Jesús, podemos encontrar tres claves para profundizar en los fundamentos de nuestra vida y corregir el camino
desviado.
Una
vida de conveniencia: «Di a esta piedra que se haga pan». ¡Cuántas
veces somos tentados de relacionarnos por conveniencia con los demás o de
realizar tareas con el sólo fin de conseguir algo a cambio! Debemos cuidarnos de no convertir nuestra
vida en un comercio afectivo, donde damos
para recibir y cobramos impuestos altos a quienes no responden a nuestras
exigencias. Vivir con la conveniencia
como fundamento de vida la nos convierte en personas desconfiadas e incapaces
de vivir la gratuidad porque siempre estaremos dudando del amor de los demás, pensando
que los demás actúan como nosotros lo hacemos con ellos.
El manual del éxito: « Si tú me adoras, todo
será tuyo » ¡Que fuerte puede ser la tentación de convertirse en referente
y modelo de los demás! Es importante aprender a refrenar las ganas de diagramar
la vida de todos e indicarles qué es lo mejor para ellos. Solemos cometer el
error de cargar con la vida y el futuro de los demás en lugar de enseñarles a
tomar responsabilidades y a distinguir entre lo bueno y lo mejor para cada uno.
¡Cuántos creen haber encontrado la solución para la vida de los demás! ¡Cuántos
son los que dicen a los demás “yo lo hago por tu bien” cuando en realidad es su
propio egoísmo, que ya ha destruido su vida, el que arruina la vida de los demás!
Nuestra primera misión es vivir, y dejar
vivir a los demás, transmitiendo experiencia y comunicando sabiduría, pero
dejando a los demás que transiten sus propias experiencias aún con el riesgo de
equivocarse.
El recurso de la victimización: «Échate de aquí abajo» ¡Qué fácil es hacer responsable a los demás de lo que me ocurre! Vencer
la tentación de convertirse en héroes o mártires de la humanidad es una de las
grandes conquistas de nuestra vida. Recurrir a la técnica de la victimización es la manera elegante de
disfrazar la pereza y la cobardía.
Cada vez más personas
eligen vivir en la tristeza y la pena culpando a otros, o lo que es peor, justificándose
en que cargan con la cruz que Cristo les ha dado. El dolor no es querido por
Dios, ni lo envía ni lo busca para sus hijos, lo cual no quita de debamos
aceptarlo si llega a nuestra vida, pero ello no nos exime de buscar solución a las
dificultades hasta donde se pueda y luchar por vivir en paz y feliz. Por ello
murió Cristo, para mostrarnos el camino de libertad, de paz y de amor y no para
convertir nuestra vida en un calvario.
¿Es posible que estemos tentados de escapar
del desierto en esta cuaresma? Si, tanto como sea posible para evitar
enfrentarse a la propia verdad.
Dejémonos « llevar por el Espíritu
al desierto » y que Dios nos
hable en el silencio del corazón, para poder descubrir lo que es bueno y mejor
para cada uno de nosotros.
P.
Javier Rojas sj
Comentarios