La persona egocéntrica trata de hacer que la vida gire en torno a sí misma. Se coloca a sí misma en el centro de la vida y espera que la vida se ponga a su servicio y le colme de satisfacciones, en lugar estar dispuesta de buen grado a ponerse a sí misma al servicio de la vida. La persona egocéntrica se adora a sí misma y no reconoce otra otra autoridad en la vida más que sus propios deseos. Se esfuerza por controlar y manipular su entorno, y en especial a las personas que la rodean. Si una persona de tales características alcanza a tener éxito en su empeño, puede dar la impresión de ser fuerte, pero se trata de una modalidad demoníaca de poder que es preciso no confundir con la verdadera fuerza del yo. La persona con un yo verdaderamente fuerte se pude permitir renunciar a su egocentrismo; la persona con un yo débil se vale de estratagemas manipuladoras para mantener una sensación de poder.
John A. Stanford (El hombre que luchó contra Dios. Aportaciones del Antiguo Testamento a la Psicología de la Individuación)
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