No hay día de nuestras vidas en el que el Señor no salga a nuestro encuentro...
Nuestro apuro, nuestras distracciones cotidianas, esa vorágine en la que vivimos impiden, en ocasiones, que lo reconozcamos...Pero Él está siempre, más cerca de nosotros que nuestra propia piel. Nos alivia, nos auxilia con nuestras cargas y nos arranca una sonrisa aún en medio de las dificultades.
Recuerdo en este momento, el penoso terremoto que azotó a México en el año 1985...Muerte, destrucción, caos...10.000 personas fallecidas.Dolor. Mucho dolor. Sin embargo semanas después del mismo, y cuando todavía no se habían removido todos los escombros, se encontraron tres bebés vivos, conocidos como "los bebés del milagro".¡ Qué sosrisas habrán poblado el rostro y el alma de los rescatistas!
Meditemos un momento sobre esto...Acudirán a nuestra mente miles de situaciones similares en las que vimos al Señor, aún entre los escombros.
@ Ale Vallina.

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