La conciencia del propio valor, viene de lo alto, de arriba, de Dios. Es teniendo la certeza y la vivencia de sentirme amado por alguien, a quien jamás podré igualar y que no necesita de mis logros para amarme, como adquiero la sana conciencia de ser valioso.
Si pretendo obtener ese valor de los hombres, entro en una corriente de competencia por ser el primero en todo, que nada tiene que ver con la conciencia de la propia valía.
Cuando nuestras expectativas de vida pasan por sobresalir, por resaltar o por ocupar los primeros puestos, lamentablemente hemos optado por buscar el propio valor en donde no lograremos conseguirlo. Siempre habrá alguien que te supere a ti en algo, y alguien a quien tú superes en otras cosas. Pero no es éste el esquema de vida al que está llamado a vivir el cristiano.
P. Javier Rojas sj

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