Continuamos el recorrido a partir del libro “Los personajes bíblicos de la Cuaresma y del tiempo de Pascua.
Lectio Divina” de Pier GIORDANO CABRA, conociendo a distintos personajes de este tiempo
litúrgico.
En el día de hoy rezaremos con “PEDRO, SANTIAGO Y JUAN. LA
TRANSFIGURACIÓN”
Meditatio
Pedro, Santiago y Juan son verdaderamente compañeros de
camino en el seguimiento de Jesús hacia la Pascua. Llenos de contradicciones,
son capaces de reconocer en su Maestro al mesías y, al mismo tiempo, no
comprenderlo. Dentro de ellos se entrelazan y se confunden el conocimiento
auténtico de él con sus expectativas y su idea de mesías. Jesús es inexorable
al reeducar sus concepciones humanas y, al mismo tiempo, es paciente al crear
en ellos el espacio para acoger y comprender la verdad en su totalidad mediante
la experiencia de la transfiguración, de la cruz y, finalmente, de la
resurrección.
Cuántas veces también nosotros, afectados por el sufrimiento
o por pruebas que nos parecen incomprensibles y superiores a nuestras fuerzas,
nos interrogamos sobre aquella fe que en otros tiempos parecía darnos la razón
de todo con extrema claridad. Cuántas veces revestimos al Señor con nuestras
ideas, nuestras expectativas y nuestros (pre)juicios; llega después la
confrontación con la cruz y quedamos consternados. Se hace entonces importante
saber habitar la soledad como lugar de encuentro auténtico y profundo con Dios,
sin perder de vista el hecho de que la luz es don gratuito que no podemos
manipular ni programar, sino solamente acoger. Así hicieron los discípulos que,
a pesar de todo, se dejaron conducir por Jesús al monte, en soledad, y después
continuaron su seguimiento hasta la cruz aun sin entender, aun con la dificultad
y el esfuerzo de un seguimiento tan exigente.
En tiempo de duda y de desorientación se nos puede dar, como
a ellos, una luz que nos confirme en la fe, y puede llegar a través de una persona,
o en la oración, o escondida en la trama de la vida cotidiana. Probablemente no
se tratará de una experiencia llamativa y será necesario prestarle atención
para captarla; tal vez no intuyamos inmediatamente su sentido y su valor, pero
se mantiene en nuestro interior y nos sostiene, como les sucedió a los
apóstoles, que pudieron comprender el significado de la transfiguración solo
después de la cruz y la resurrección. Como ellos, nosotros podemos ya ahora
seguir a Jesús tal como somos, con nuestras contradicciones, aunque al
aproximarnos a Dios experimentemos el temor al mismo tiempo que la belleza,
como Pedro. A cada uno de nosotros nos dice el Padre: «Este es mi Hijo amado,
escuchadle».
Oratio
Señor Jesús, Hijo amado del Padre, en la noche de la prueba,
en la duda y en la incomprensión, cuando aumenta la angustia y seguirte se hace
difícil, concédeme saber dejarte a ti la iniciativa. Concédeme continuar
siguiéndote, aunque todo me parezca absurdo e incomprensible. Ayúdame a buscar
no tanto el entender cuanto el reconocer y acoger las luces que me ofreces escuchando
tu Palabra, dejándome interpelar por tu misterio. Dame un corazón humilde, que
no tenga la presunción de conocerte tan bien que dé por descontado lo que eres.
Fortalece en mí la valentía de volver a ponerme en juego cada vez que destruyas
mis convicciones para hacer cada vez más profundo y verdadero el conocimiento
de ti. La experiencia dulce y confortante de tu presencia y la percepción de un
destello de tu belleza, que se trasluce por las cortinas de mis nieblas, sea
dentro de mi luz resplandeciente que no me haga encerrarme en mí mismo, sino
que me dé fuerza para recorrer las curvas de la existencia con la certeza de tu
resurrección. Amén.
Contemplatio
«Era necesario que los apóstoles albergaran con todo el corazón
aquella fuerte y bienaventurada entereza y no temblaran ante la dureza de la
cruz que tenían que tomar. Era necesario que no se ruborizaran del suplicio de
Cristo ni consideraran que era una vergüenza para él la paciencia con la que
tenía que padecer los sufrimientos de la Pasión sin perder la gloria de su
poder. Así, “Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan” (Me 9,2), subió con
ellos a un monte, aparte, y les manifestó el esplendor de su gloria [...].
Sin duda, la transfiguración tenía como primer objetivo
remover del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz, para que la
humildad de la Pasión, libremente sufrida, no perturbara la fe de aquellos a
los que se les había revelado(…)
Lo que la lectura de este evangelio, que nos muestra a Dios,
a Cristo Hijo de Dios, quiere expresar es lo siguiente: «Los hombres lo
golpearán, los hombres le escupirán, pero no es un derrotado; es él el que se
abandona a los hombres por amor. Es un bien deslumbrante de victoria en la
aparente derrota». Pero entiendo que en el fondo Pedro y los demás no hayan
comprendido nada. Es humano, porque es muy difícil entender y comprender lo que
es el punto de vista más difícil de todos: el punto de vista de Dios. Por
consiguiente, entiendo cómo ante este Cristo transfigurado, misteriosamente
terrible, majestuosamente grande, ante él, Pedro dijera: «Qué bien se está
aquí; es hermoso estar aquí». [...], Transfiguraba en realidad objetiva lo que
era realmente una transfiguración humana. Se queda tan deslumbrado por la
revelación que casi quiere apartar a Cristo de su misión, de su camino a
Jerusalén, y querría que cambiara de camino y de meta. También por él, pobre
Pedro, siente temor; escucha de nuevo las palabras de Cristo que anuncian la
Pasión y, temblando, dice: «Maestro, quedémonos aquí» [...].
Pero cuando Cristo lleva la cruz, ¡qué difícil, duro e
inaceptable es seguirle! Y, sin embargo, Cristo baja del Tabor porque su misión
no está allí, sino en otro lugar; está allí donde hay hombres que tienen hambre
y sed; allí está su misión y la de todo cristiano.
(La voce di don Bensi. Vangeli a 5. Michelino, Librería
Editrice Florenti¬na, Firenze 1986, pp. 93-95).
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