Como un ánfora de
barro mi corazón se llena
cada día de Ti. Cada
día que pasa
más y más Tú te
adueñas de mi frágil vasija
dándome desde adentro
tu luminosa altura.
Mi voz tan quebradiza
atalaya las tuyas.
Estoy marcado en
medio del alma por tus manos,
Alfarero tan íntimo,
arcilla de los arroyos
que me salpican
siempre melodiosos cantares.
¡Qué frágil es mi
barro para que Tú lo mires!
Qué fuerte tu ternura
para que no me raje.
Cómo sabes amarme sin
que yo me haga añicos.
Sólo Tú me has cocido
para tenerte dentro.
Señor, hasta los
bordes de mi arcilla pequeña
lléname cada aurora
de tu luz infinita.
Que no quede ni un
hueco de mí mismo jamás
para otra sed
distinta de la tuya, Dios mío.
Valentín Arteaga
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