A veces rodamos cuesta abajo. Y parece que el sol no se abre paso entre las oscuras nubes. Ni un atisbo de claridad podemos percibir. Y se nos nublan la vista y la razón. Y la respiración deja de fluir con holgura. Se vuelve dificultosa y forzada. Y reaparecen antiguos temores. Y el futuro pierde nitidez…Te ha ocurrido alguna vez algo así?
Es casi seguro que en algún momento te ha sucedido algo parecido. Lo más apropiado es, cuando las nubes tormentosas enfundan el sol, tomar una postura cómoda, cerrar los ojos y hacer consciente el modo en el que respiramos. Es rápido y entrecortado? Sientes algún dolor en el pecho o en la garganta?
Pues inspira largo y expira de igual modo. Suave y acompasadamente. Luego, imagínate sostenido por una mano poderosa, que viene de lo alto. Y, lo más importante, toma distancia del problema. No lo hagas parte tuyo. Con la imaginación colócalo en un lugar lejano pero no tanto que te impida verlo. Y allí desde cierta perspectiva asómate y lo observas. En general, cuando objetivamos el problema colocándolo fuera, dejamos de “enroscarnos” en él y le damos el verdadero valor que posee. Dimensionamos otras aristas, otros planos que tal vez desde tan cerca se nos escapaban. Al observarlo desde otro ángulo, más lejano, podremos advertir que no tiene el tamaño descomunal que le habíamos atribuido…
Otro condimento es el silencio. Calla. No hables ni dejes que la mente te juegue malas pasadas. Poner un freno a los pensamientos se logra como proceso. No le des cabida a las argumentaciones de una mente turbada. No recites soliloquios…
Cerrar los ojos, objetivar mediante distancia el problema, hacer consciente la respiración y callar la mente son 4 pasos para comenzar a tomar acciones que resuelvan cualquier tipo de conflictos que puedan quitar brillo a nuestros días. O al menos amortiguarlos...
No dejes de consultar a un buen amigo que te reciba con amor. Y sobre todas las cosas ora sabiéndote escuchado.
@Ale Vallina.

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