Hay días que pasan en los que se me olvida el misterio. Problemas insolubles, y problemas que ofrecen sus propias soluciones ignoradas compiten por mi atención, agolpadas en la antecámara junto a un sinfín de diversiones, mis cortesanos, que visten sus coloridas vestimentas, sombreros y campanillas. Y entonces una vez más el silencioso misterio se me hace presente, el clamor de la multitud se aleja: el misterio de que hay algo, siquiera algo, por supuesto el cosmos, la alegría, el recuerdo, cualquier cosa en vez del vacío: y eso, oh Señor, Creador, Santo, Tú inmóvil, hora tras hora lo mantienes.
Denise Levertov

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