EL PROTOCOLO DE FRANCISCO



Es un problema para algunos que Francisco sea un Papa fuera de protocolo. A los que necesitan del protocolo para distinguirse y hacer valer su importancia, su poder y autoridad; a los que dan más importancia al aparecer y parecer que al ser, el modo de ser y proceder de Francisco al margen del protocolo, los saca de quicio porque los deja afuera.

Sin embargo, el Obispo de Roma, tiene un protocolo y habló de este protocolo, ciertamente distinto, durante el encuentro con los jóvenes argentinos en la JMJ, el jueves 25 de julio, cuando después de la visita a la “favela” de Varginha, pasó por la catedral de Río de Janeiro para ver, saludar, compartir con sus paisanos. Allí Francisco, después de decirles a los jóvenes que quería lío, “¡quiero que la Iglesia salga a la calle! ¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos”, dijo y se preguntó: “¿Qué tenemos que hacer, padre?”, “Mirá –respondió-, leé las Bienaventuranzas que te van a venir bien, y si querés saber qué cosa práctica tenés que hacer, leé Mateo 25, que es el protocolo con el cual nos van juzgar, con esas dos cosas tienen el programa de acción”.

Para el que sabe oír o leer está bien claro: el protocolo de Francisco es el Evangelio donde Jesús habla del juicio último y dice: “Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me recibieron; desnudo y me vistieron; enfermo y preso y me visitaron… Lo que hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron. (Cfr. Mateo 25,31-46)

El que quiera entender que entienda. Se trata de un protocolo ciertamente diferente al que esperan algunos. Se trata del protocolo del amor, de la caridad que nos pide Jesús con el hermano.

Guillermo Ortiz sj

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