« Escucha con todo tu corazón»



“Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el mandamiento más importante? Jesús contestó: El más importante es éste: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante que éstos. El maestro de la ley le dijo: Muy bien, Maestro. Tienes razón al afirmar que Dios es único y que no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había hablado con sensatez, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevía ya a seguir preguntándole»
Mc 12, 28b-34

Es bien sabido por todos, que vivimos un tiempo en el que hemos otorgamos mucho valor a la imagen. El sentido de la vista ha tomado fuerza en detrimento de nuestra capacidad auditiva. Hemos otorgado gran importancia a lo que podemos ver y en consecuencia, a aquello que somos capaces de mostrar. Muchas relaciones se han vuelto verdaderos juegos de espejos. Mostramos lo que los demás están dispuestos a aceptar, independientemente de si es verdadero o no.
La vista tiene un límite; es fácil engañarla. Sólo hace falta un poco habilidad para actuar para lograr hacer creer a lo demás que algo es verdad.
Mantener la imagen de “honesto”, “piadoso”, “noble”, “fiel” etc., puede resultar muy agotador. Pero para quienes viven de la imagen es un esfuerzo que están dispuesto a realizar. Prefieren mentir y agotarse encubriendo los errores y fallos, en lugar de descubrir la propia verdad. Esa verdad que los haría libre de una vez por todas de la esclavitud de la apariencia y la falsedad.
Cuando Jesús responde al escriba diciendo «Escucha Israel…» nos está dando una clave para comprender profundamente lo que sigue a continuación. El cumplimiento de los mandamientos no es un esfuerzo voluntarista de tinte masoquista. No es una invitación a jugar a ser niños “buenos y obedientes”. Jesús no nos está pidiendo que desempeñemos el papel de hombres y mujeres religiosas al cumplir los mandamientos. ¡No! Nos está pidiendo algo mucho mas hondo, mucho más radical.
La escucha a la que hace referencia Jesús es un llamado a profundizar, a hondar dentro de nosotros mismos… Es una invitación a escuchar las voces del propio corazón, porque es del propio corazón desde donde debe salir nuestra respuesta a Dios.
¿Por qué nos resulta difícil, a veces, vivir los mandamientos? Porque no prestamos atención a lo que hay en el corazón. Si no hay amor allí, nos resultará muy complicado vivir los mandamientos. Difícilmente puede alguien manifestar amor a otro si primero no lo tiene consigo mismo. El que por alguna razón cree que no lo ha tenido, no tiene excusas. Si bien es cierto que el “primer amor”, el de nuestros padres, es crucial para aprender a amar; el segundo, el que uno puede tener hacia sí mismo también es crucial para aprender a amar. Y sólo entonces, cuando nos aprendamos a amarnos a nosotros mismos es cuando podremos amar a Otro y al prójimo…
¿Dónde nace el amor a uno mismo? El “amor a sí mismo” del evangelio nada tiene que ver con el egoísmo. Porque el egoísta lo que en realidad tiene hacia sí mismo, no es amor, sino ilusión… Es decir, se cree más de lo que es y se admira a sí mismo en lo que no es. Compensa con la fantasía lo que carece en su interior: valor por sí mismo. Y quien vive en esa fantasía raramente puede responder a las exigencias del amor evangélico.
El amor a uno mismo viene de lo más hondo de nuestro ser. Ese amor es la conciencia del propio valor. Es la certeza de que la propia existencia es un don dado por Otro. Es un convencimiento de que no está en uno mismo el origen de la propia existencia sino en Dios, de quién se ha recibido el ser.
Muchos son los que deciden cumplir  los mandamientos en lugar de vivirlos. ¿Por qué? Porque para vivir los mandamientos hay que fundarlos en la conciencia de ser un don de Dios. Un regalo. En cambio, el que cumple, no hace más que repetir comportamientos ajenos, aparentar lo que en realidad no siente. Cuando no se ahonda en la conciencia de ser un don de Dios es muy difícil amar y darse a los demás.
En la cultura de la imagen es posible engañar. Es posible “pasar por”… sin serlo. Pero también es cierto, que basta escuchar a aquellos que se empecinan en maquillar sus vidas para darse cuenta de que mienten. La persona que es auténtica, no sólo actúa de determinada manera sino que además es coherente con lo que dice.
El amor no sólo se ve sino que también se escucha. Por eso la invitación de Jesús es a escuchar primero al corazón…Esto es esencial al momento de responder a sus mandamientos. Nuestra respuesta a ellos debe ser respuesta de un corazón agradecido por el don de la vida recibida. 

P. Javier  Rojas sj

Comentarios