« Te falta una cosa»
Domingo 16 de septiembre
–XXIV – Tiempo Ordinario
« Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su
encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo
hacer para tener en herencia la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me
llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No
mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas
injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo
eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y
le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres
y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por
estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús,
mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que
tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron
sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra,
les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que
un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de
Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se
podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres,
imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». Pedro le dijo:
«Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido». Jesús
respondió: «Te aseguro que el que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre y
padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este
mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y
campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida
eterna»
Mc 10, 17-30
Un evangelio como este nos interroga sobre el sentido y la profundidad
de nuestro seguimiento a Jesús. ¿Por qué? Porque seguir a Jesús y
cumplir los mandamientos no son necesariamente la misma cosa. Hemos confundido
en ocasiones ambas realidades. Se puede vivir fielmente el cumplimiento de los
mandamientos, pero ello no significa que seamos discípulos de Jesús. Hay
quienes están cerca de Jesús por la recompensa que les espera. Piensan en lo
que vendrá, en los lugares que pueden ocupar, en los cargos o poder que puedan
desempeñar.
El seguimiento de Jesús es un itinerario de transformación
el corazón. Es un camino para profundizar la relación filial con Dios.
No se puede dudar de
las buenas intenciones de aquel joven que se acercó a Jesús para preguntarle:
«Maestro bueno: ¿qué debo hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Mc
10,17). Pero sin embargo, resulta revelador que utilice los verbos “hacer” y
“tener” para realizar la pregunta.
Si aquel joven hubiera utilizado el verbo “estar”, en lugar
de “tener” para realizar su pregunta, tal vez su decisión habría sido
otra. ¿No le resultó suficiente estar
con Jesús? ¿Necesitaba tener algo más que la compañía de Jesús? Y a ti, ¿te
basta su presencia? ¿Te conformas con estar con Él?
Este hombre buscaba algo más. Sentía que algo le faltaba,
pero no supo descubrir que ese “algo” que anhelaba era distinto del “tener”.
Hay mucha gente que siente que le falta “algo” en su vida,
pero al igual que este joven piensa sólo en “tener”, en acumular o llenar vacíos cuando en
realidad de trata de todo lo contrario.
Aunque puede llegar a sorprender, en ocasiones, lo que
muchas personas necesitan es en realidad
“espacio” interior. Necesitan vaciarse…hacer lugar a la presencia de
Alguien. Están tan atragantadas de cosas que ya no pueden respirar. Acumulan y
acaparan en el corazón todo lo que pueden pensando con ello sentirse más
plenas, pero en realidad se asfixian a sí mismas.
Seguir a Jesús exige saber educar el corazón para estar con
Él. Aprender a despojarse. Acostumbrarse
a valorar el ser-estar antes que el tener.
Acumular normas y principios, prohibiciones y mandamientos,
no nos hace más cristianos si no estamos dispuestos a amar más. Hay personas en
las que los mandamientos en lugar de liberarles el amor y la libertad los hace
más “tacaños” y “déspotas”. Buscan a quien castigar con sus rigideces
“religiosas” en lugar de comunicar misericordia y compasión.
San
Alberto Hurtado, santo chileno, escribió lo siguiente «Para algunos, la moral
cristiana es un código sumamente complicado, largo, detallado, estrecho... que
puede ser violado aún sin darse cuenta. Es un conjunto de leyes ordinariamente
negativas: no hagas esto, ni aquello... ¿Cómo voy a poder llenar mi vida con
negaciones? Pero, felizmente, la verdad es muy distinta. El cristianismo no es
un conjunto de prohibiciones, sino una gran afirmación... y no muchas, una:
Amar. »
Jesús invito a aquel hombre a “vaciarse”, a despojarse de
todo aquello que le asfixiaba para volver a sentirse libre. Le propuso un
camino distinto donde se valora el ser-estar antes que el tener. Le brindó la
posibilidad de descubrir que ese algo es en realidad Alguien, pero aquel joven
no se atrevió a despojarse. ¿Tuvo miedo tal vez que la sola presencia de
Alguien no le fuera suficiente? ¿Estaba apegado a sus bienes o más bien tenía
miedo de amar a Alguien más que a sus posesiones?
Convertirnos en discípulos de Jesús es una tarea que nos
llevará toda la vida. No se llama discípulo a aquel que cumple las normas que
se le imparte sino a aquel que vive como su maestro.
Pidamos a Dios la gracias de amar a Jesús, para convertirnos
en sus discípulos
P. Javier Rojas sj
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