Ignacio recuerda de inmediato el propósito de nuestra existencia, que es Dios y su servicio. Todas las realidades de esta tierra pueden ser ayudas u obstáculos con vistas al fin; de ahí la necesidad de hacemos «indiferentes», es decir, libres interiormente ante toda cosa creada, «solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados».
«Hacernos indiferentes», porque no lo somos espontánea ni naturalmente. Es preciso que nos liberemos de todas nuestras afecciones desordenadas, que estemos dispuestos a desprendernos de nuestros proyectos para acoger el de Dios. Si no se realiza esta tarea de liberación interior, la decisión no se tomará de manera debida, porque las cosas estarán «retorcidas» de entrada. Solo realizaremos lo que pensamos que Dios quiere, no lo que efectivamente quiere.La falta de libertad interior falsea a menudo las decisiones que toman los hombres, solos o en grupo.

Jacques Fédry, SJ


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