«Vivir con el Padre»

Cuando terminó este discurso, Jesús elevó los ojos al cielo y dijo: «Padre, ha llegado la hora: Da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria a ti. Ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo para que tengan la plenitud de mi alegría. Les he dado tu palabra y por eso los odia el mundo; porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo. Y por ellos yo voy al sacrificio, para que ellos también sean verdaderamente santos. No ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste se las di a ellos, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Así seré yo en ellos, y tú en mí, y alcanzarán la unidad perfecta. Entonces el mundo sabrá que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí. Padre, quiero que los que me has dado; yo quiero que allí donde yo estoy, estén también conmigo. Y vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo no te conoce, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo seré en ellos.
Jn 17, 1. 13-26

Pido: «Jesús, condúceme al encuentro con el Padre»

En este texto del evangelio de San Juan encontramos a Jesús dirigiéndose al Padre en estos términos: « para que sean uno, así como nosotros somos uno. Así seré yo en ellos, y tú en mí, y alcanzarán la unidad perfecta. Entonces el mundo sabrá que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí» ¿Qué descubrimos en esta petición que Jesús hace a su Padre, antes de iniciar el ascenso a la cruz?
Jesús propone la unidad con el Padre como modelo para la experiencia de nuestra unidad. Es necesario que haya unidad en nuestra vida. El primer paso, en el seguimiento de Jesús, está en alcanzar la unidad a la que nos invita. Ello radica en descender al propio abismo, al propio “chiquero”, al reino de la oscuridad de la propia alma, donde hemos relegado todo lo que no queremos aceptar.
Sólo podremos ascender hasta Dios si antes, como Jesús, hemos descendido a la realidad de nuestra vida. Sólo lograremos experimentar nuestra plenitud interior si podemos reconocer el abismo de nuestra alma en relación con Dios. Sólo en la unidad con el Cristo humano, podremos saborear y gozar la unidad con el Padre.
Jesús, no sólo pide al Padre que alcancemos la unidad interior, sino que además dice; « Así seré yo en ellos, y tú en mí». El mismo Cristo le pide Padre estar en nosotros. Jesús desea morar en nosotros. Sólo si sé que a través de mi realidad puedo descubrir a Cristo como el verdadero fundamento de mi vida puedo mirar sin miedo lo que vive en mi interior. Cristo es el que sostiene mi frágil condición humana y el que mantiene la unidad aún en medio de las incoherencias personales.
Si Jesús ha venido para mostrarnos el camino de regreso al Padre, no podía dejar de expresarlo de esta manera: «y alcanzarán la unidad perfecta». Para San Juan, el amor que Jesucristo ha consumado en la Cruz es el que nos conduce a la verdadera unidad. La Cruz es el símbolo para la unidad de todas las contradicciones. Si contemplo a Cristo en la Cruz, puedo entender lo que significa que el amor perfecto de Dios une en mi todas las contradicciones: el cielo y la tierra, la luz y las tinieblas, la bondad y la maldad, todo está en mi empapado del amor de Cristo.
Jesús es quien nos conduce a la unidad con el Padre y nos permite llegar así a ser uno con nosotros mismos. Él nos ha demostrado en Cristo su amor hasta la consumación. Dios Padre, para conducirnos hacia él de nuevo, lo hace por medio de la unidad del amor a los que nos habíamos dividido por el propio odio. Ésta en la buena nueva del evangelio de San Juan: que Dios descendió hasta nosotros, hasta la miseria de nuestra naturaleza humana y no lavó lo pies, nos curó las heridas, y ahora nos invita a la unidad con Él.
Pero antes de iniciar este camino de regreso al Padre tenemos que integrar nuestro propio barro, descender hasta el propio infierno, despedirnos y dejar morir en nosotros las ilusiones engañosas y cargar con la cruz que nos toca llevar. Es iluso pensar que podríamos llegar a ser santo sin necesidad de cultivar y amar la fragilidad que llevó conmigo. Santo, en el sentido de Jesús, significa llevar consigo la Cruz…
P. Javier Rojas
Pregúntate:¿Cuál es la cruz con la que seguirás a Jesús?

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