Cuántas veces nos dirigimos a Dios para pedirle que se haga “nuestra” voluntad!!! “Señor concédeme esto, necesito aquello, dame esto otro…”
Sin embargo es Él y sólo Él el que sabe lo que necesitamos, cuándo y porqué.  Decía San Agustín, que el hombre reza para orientarse a sí mismo, ya que el Señor no necesita ninguna orientación.
 Has percibido que cuando nos bajamos de la soberbia, y dejamos de “querer a toda costa” que todo suceda según nuestros deseos; una dulce sensación de “abandono” en Su sabia conducción nos traslada a un lugar de remanso?
©Ale Vallina

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