«Tenemos que aprender a perfeccionarnos en
el arte de ser pastores. El nacimiento al amor y al Espíritu arranca del
encuentro con un verdadero pastor: con un discípulo de Jesús que transmite el
amor, la esperanza y la fe: que llama a la vida con sus palabras, con sus
actitudes y con todo su ser. Tan estrecha es la unión entre la transmisión de
la palabra de Dios y el pastor, que si éste se pone a actuar como un
mercenario, empezará el rebaño a dispersarse en busca de otros pastos. Si no se
enseña a las gentes a orar y a penetrar en el movimiento místico del
cristianismo, si no se las llama a experimentar el amor verdadero, se vuelven
hacia otros pastos que no alimentan de verdad. Se apartan porque su pastor no
les enseñó el modo de comunicarse con Dios, de escuchar al Espíritu, de
distinguir entre lo que es de Dios y lo que no lo es. No recibieron lo esencial
para mantener viva su sed de lo eterno que les hacía libres, el Espíritu de
Dios que libra del temor y de la ley. Ignoran cómo les enseñará el Espíritu a
tener libertad para poder crecer en el amor y en el compromiso, amando la
verdad, rechazando cuantos compromisos oscurecen y ahogan la luz. Si las gentes
no notan la fuerza de la luz en el pastor, se irán a otros pastores, sean éstos
la droga, un mundo de violencia y revolución, o la búsqueda de unas relaciones
meramente sexuales. Si no encuentran pastos verdaderos, mueren de
descorazonamiento, de hambre y sed. El buen pastor da su vida por sus ovejas».
Jean Vanier, NO TEMAS AMAR.
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