«La razón de que nada cambie es que el
centro de todo sigue en mí: mis fallos, mis remordimientos, mi desaliento, mi
esfuerzo…El amor exige dejar todo esto atrás, toda mi preocupación por mi
persona y todos mis esfuerzos obcecados. El amor no puede ser mero resultado de
la disciplina y la decisión, sino que debe fluir del corazón. Prescindiendo de
la cantidad de amor que de manera natural tiendo a tener en mi corazón, no
basta con eso. El amor que preciso es el amor de Dios cuando su amor se hace
mío. La conversión cristiana no consiste meramente en encontrarse con el amor,
ni en desarrollar nuevas ideas o valores acerca del amor, ni en comprometerse
en tratar de amar; la conversión cristiana implica hacerse amor. […] La cruz
nos invita a asumir el riesgo de perder nuestra vida para poder encontrarla
verdaderamente (Mc 8, 35). Cristo nos enseña que el amor es dejar a un lado
nuestra vida por el otro. Así es como amaba él a Dios. Preferir la voluntad del
Padre a la suya para preferir la vida del Padre a la suya, era creer que su
realización no procedería de buscar su felicidad, sino la voluntad de Dios.
Esto es lo que Jesús creía y lo que vivió. […] El amor, y únicamente el amor,
es capaz de hacer que una persona esté dispuesta a entregar su vida amando a
los demás». David G. Benner, ENTREGARSE AL AMOR
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