«Si vemos a Jesús perdonar incluso en la
cruz a sus asesinos, podemos confiar en que no hay nada en nosotros que Dios no
perdone. La cruz no efectúa, por tanto, nuestra redención, sino que la transmite. La cruz no es la condición para
que Dios nos perdone. Por el contrario, en Jesús crucificado no vemos sólo un
modelo humano para nosotros, según el cual debemos perdonarnos mutuamente, sino
también una imagen del amor perdonador de Dios. En Jesús, Dios mismo perdona a
los asesinos. De ahí que mirar a la cruz nos posibilite creer en el amor
perdonador de Dios. Aun cuando nos rechacemos por completo a nosotros mismos,
aun cuando nos juzguemos y nos condenemos, podemos estar ciertos de una cosa:
Dios no nos condena. Nos perdona, lo mismo que Jesús perdonó a sus asesinos. Si
realmente he incurrido en culpa, de poco me sirve que uno me asegure: “No te lo
tomes tan a la tremenda. Dios te perdona”. En una situación así no puedo
confiar en meras palabras. Entonces necesito mirar a la cruz e Jesús para poder
creer en lo hondo de mi corazón que, en
efecto, también yo soy aceptado y amado por Dios con todos los abismos de mi
alma. [...] Mirar la cruz de Jesús me posibilita aceptarme con todo lo que hay
en mí, porque me sé amado incondicionalmente por Dios». Anselm Grün, LA
REDENCIÓN.
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