«¿Cómo vivir?»
« 35 Al día siguiente Juan estaba otra vez allí con dos de
sus discípulos, 36 y vio a
Jesús que pasaba, y dijo: “Ahí está el Cordero de Dios." 37 Y los dos discípulos le oyeron
hablar, y siguieron a Jesús. 38
Jesús se volvió, y viendo que Lo seguían, les dijo:``¿Qué buscan?" Y ellos
Le dijeron: “Rabí (que traducido quiere decir Maestro), ¿dónde Te
hospedas?" 39 ``Vengan y
verán," les dijo Jesús. Entonces fueron y vieron dónde se hospedaba; y se
quedaron con El aquel día, porque eran como las cuatro de la tarde (la hora
décima). 40 Uno de los dos
que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, era Andrés, hermano de Simón Pedro. 41 El encontró primero a su
hermano Simón, y le dijo: “Hemos hallado al Mesías" (que traducido quiere
decir, Cristo). 42 Entonces
lo trajo a Jesús. Jesús mirándolo, dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan; tú
serás llamado Cefas," que quiere decir Pedro (Piedra).»
Jn 1, 35-42
Cada vez más personas
sienten la necesidad de dar un nuevo
rumbo o rehacer sus vidas.
Algunos creen que la mejor manera es borrar u olvidar los hechos dolorosos del
pasado. Otros piensan que deben revolver una
y otra vez sus heridas para poder sanarlas. Pero hay un grupo de gente que cree
que simplemente hay que seguir adelante, que las experiencias por más dolorosas
que sean pueden enseñarnos mucho y que en definitiva forman parte de la peculiar
condición de estar vivos.
El deseo de comenzar
algo nuevo, o de vivir de otra manera, surge en algún momento de nuestra vida. A
veces nos resulta difícil entender lo que nos pasa, incluso nos cuesta ponerlo
en palabras, pero sentimos internamente ganas de que nuestra vida tome un nuevo
rumbo.
El anhelo de cambiar
se manifiesta a veces por medio de cierta sensación de hastío o de aburrimiento.
Solemos experimentar que no vamos a ninguna parte, como si estuviéramos nadando
en aceite. Sentimos que nos falta paz, que hemos perdido el gusto por las
cosas, e incluso todo llega a
molestarnos.
La mayoría de las
personas resuelven este estado saliendo a divertirse un poco, otros buscan desesperadamente
algo que los anime, buscan un hobbie, se anotan al gimnasio, salen de compras o
buscan algún taller interesante que realizar. El objetivo no es siempre encontrar
serenidad para examinar luego lo que estamos viviendo sino intentar olvidar la
sensación desagradable de tener la vida estancada.
Para otros el cuestionamiento
comienza por un sinfín de preguntas sin respuestas. ¿Qué estoy haciendo? ¿Soy
feliz? ¿A dónde voy? ¿Por qué me siento así?, ¡no sé si lo que estoy haciendo
es lo que me gusta! ¿Es realmente lo que elegí? etc. Esta situación que es afectiva, psicológica y espiritual
exige que hagamos un alto en el camino.
¿Cómo resolver los
cuestionamientos internos sobre mi propia vida? ¿Cómo hacerme responsable de la
sensación de estancamiento?
En el Evangelio de
hoy Juan el bautista está acompañado de sus discípulos Andrés y Juan. Escuchan
a su maestro decir: «Éste es el cordero de Dios» y deciden seguir a Jesús. Para
ellos Jesús es un desconocido total. Han oído decir a Juan que viene uno que
tiene más autoridad que él y a quién no es digno de desatar la correa de sus
sandalias (Cfr. Lc 3, 16).
Van detrás de Jesús,
y cuando se detiene para preguntarles «¿Qué buscan?» responden, «¿Dónde
vives?».
Resulta extraño que
luego de escuchar la pregunta de Jesús, los discípulos sólo respondan «¿Dónde
vives?». ¿No hubiera sido mejor que le preguntaran sobre su doctrina y enseñanzas antes que por el lugar donde vive? ¡Después de todo era un maestro!
Tal vez no resulte
tan extraña la pregunta de estos hombres si consideramos que no estaban
buscando algo, sino a alguien. No era teoría lo que buscaban
sino experiencia. Querían hacer la experiencia de vivir con Jesús y como Él. El
mesías comprendió el deseo de aquellos hombres por eso respondió «Vengan y lo
verán».
Al igual que estos
discípulos también nosotros necesitamos experimentar
el evangelio. Lo que sabemos sobre las cosas, sobre las personas, incluso
sobre la religión ya no nos llena. Necesitamos tener experiencia de Dios y de
su evangelio.
Lo que necesitamos
es aprender a vivir lo que sabemos. Volcar en actos concretos lo que profesamos
en la fe. Darle acción, actitud, decisión a nuestra creencia, a nuestra fe. La
vida del cristiano necesita mirar la vida como lo mira Jesús, tratar a las
personas como él lo hacía, interesarse por las cosas como él lo hacía. Confiar
en Dios como él, rezar como él, contagiar amor, alegría, bondad como lo hacía
Jesús.
No son talleres de
biblia lo que necesitamos sino valor, coraje, determinación para vivir conforme
a lo que creemos.
Necesitamos aprender
a vivir como Jesús, y según las bienaventuranzas. Este es el cambio o rumbo que
necesitamos en nuestra vida.
Pidamos a Dios el
valor para vivir lo que creemos y practicar lo que profesamos.
P. Javier
Rojas sj
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