En gran medida, la falta de
plenitud o de felicidad con que vivimos actualmente se debe a que tenemos el «alma pesada». Sobrecargamos la propia vida con demasiadas
cosas y muchas de ellas ni siquiera son útiles. Porque nos cuesta reconocer que
la plenitud no está en lo que tenemos o poseemos, buscamos la manera de acallar
el dolor y la desdicha que llevamos por dentro. En ocasiones, como los
adolescentes, los adultos también nos aturdimos con un sin fin de cosas que
hacemos, decimos, leemos, para evitar responder a la pregunta que nos ayudaría
a salir de la situación en la que nos encontramos; ¿Quién soy yo?. ¿Por qué es importante responder a esta pregunta?.
Porque en la verdad de quienes somos es como podemos comprender mejor nuestro
destino y el sentido de nuestra existencia. Hay quienes tienen miedo a la
propia interioridad. Les atemoriza encontrarse con ellos mismos. ¡Si dejáramos
de escapar de nosotros mismos qué distinta sería nuestra vida…!, ¡Si dejáramos
de buscar fuera lo que se halla dentro de nosotros qué distinta sería la
historia…!. Si nos animáramos a escuchar más, antes que hablar tanto, tal vez
podríamos oír aquellas palabras que en Jesús el Padre dirigió a toda la
humanidad: "Tú eres mi hijo amado". Cuando nos reconocemos hijos, dejamos
de vivir como huérfanos sin hogar.
P. Javier Rojas, sj
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