¡Qué hermoso
es disfrutar del silencio! Escuchar los murmullos de la naturaleza. El trinar
de los pájaros, el ladrido de algún perro, el correr del agua, el silbido del
viento…
Cerrar los
ojos y dejar que el sol acaricie el
rostro. Sentir como las mejillas se van ruborizando y el cuerpo toma
temperatura. Descalzarse y posar los
pies sobre el césped. Sentir el alivio de la frescura de la hierba entre los dedos y en la planta del pie…Si hace
calor, percibir cómo las gotas de sudor salado empapan las sienes y el cuello.
Si hace frío, cómo se eriza la piel y los dedos de las manos se entumecen…
Escuchar el
latido de tu propio corazón que bombea sangre para que tu cuerpo viva…Observar
la respiración. Cómo los pulmones
aceptan humildemente el aire y exhalan lo que ya no necesitan…Suave y
acompasadamente.
Sin sonidos
estridentes, sin teléfonos ni gritos. Sólo Él en mí y yo en Él. Rodeados de los
sonidos del silencio, tantas veces
ignorados, tantas veces desatendidos…
Intentar
ver qué dice el alma. De qué habla. Qué dice el Señor en medio de la calma. Y luego quedarse en gozo de ese instante.
Hay
personas que le huyen al silencio. A las que les cuesta acallar los ruidos
internos y externos. Gente que no puede dejar de parlotear. Muchas veces son
miedos. A estar solos. A estar con uno mismo. A mirarse…¿Pero acaso estamos
alguna vez solos si hay un Dios que nos habita?
En otras
ocasiones es temor a entrar en contacto con algún recuerdo doloroso, o alguna
herida. Aquí es necesario re-situarse. No somos “ese” recuerdo. Y así como
llega, despedirlo…¿Acaso es que Dios no ayuda a cicatrizar heridas? .¿ Cuántos
testimonios existen de transformaciones hondas de seres heridos y profundamente
vulnerados que ha sanado el Señor?
Otras veces
es por no haberlo nunca intentado. “No voy a resistir estar sin hablar”, dicen….
Pero si se transforma en hábito es muy saludable para el cuerpo y para el
espíritu…Incluso permanecer en silencio entre amigos o con la pareja, admirando
un atardecer o el mar o el verdor de las plantas…Miquel de Cervantes Saavedra
decía que: "El silencio es una de las artes más grandes de la
conversación", porque para poder dialogar es necesario que antes hayamos
podido escuchar.
Disfruta
del silencio. No te olvides de que en el sosiego nuestro alma recuerda lo que ya sabe...
@Ale
Vallina.
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