Señor, Señor, Tú antes, Tú después,
Tú en la
inmensa hondura del vacío y en la hondura interior.
Tú en la
aurora que canta y en la noche que piensa;
Tú en la
flor de los cardos y en los cardos sin flor.
Tú en el
cenit a un tiempo y en el nadir;
Tú en
todas las transfiguraciones y en todo el padecer;
Tú en la
capilla fúnebre, Tú en la noche de bodas;
¡Tú en el
beso primero, Tú en el beso postrero!
Tú en los
ojos azules y en los ojos oscuros;
Tú en la
frivolidad quinceañera y también
en las
grandes ternezas de los años maduros;
Tú en la
más negra sima, Tú en el más alto edén.
Si la
ciencia engreída no te ve, yo te veo;
si sus
labios te niegan, yo te proclamaré.
Por cada
hombre que duda, mi alma grita: <Yo
creo>
¡y con
cada fe muerta, se agiganta mi fe!.
Amado Nervo
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