«El amor deja de ser un demonio solamente cuando deja
de ser un dios. Lo cual puede ser también expuesto de esta manera: El
amor empieza a ser un demonio desde el momento en que comienza a ser un
dios... Todo amor humano, en su punto culminante, tiene tendencia a
exigir para sí la autoridad divina; su voz tiende a sonar como si fuera la
voluntad del mismo Dios; nos pide un compromiso total, pretende
atropellar cualquier otra exigencia. Que el amor sensual y el amor a la
patria puedan realmente llegar a convertirse en dioses es algo
generalmente admitido; y con el afecto familiar también puede ocurrir lo mismo;
y, de distinto modo, también puede suceder con la amistad».
C.S. Lewis
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