No es una
cuestión matemática. Nada en el mundo de los seres humanos resulta como un dos
más dos es cuatro. Por eso emociona experimentar cómo, en muchas ocasiones, lo
que me parecía un trance doloroso, una
piedra puntiaguda en el zapato o una situación desesperante…abrazada a Jesús se
transforma en una bendición.
Es como un
proceso alquímico donde el dolor es transmutado y adquiere otro color, otra
textura y otro sonido. Y a pesar de que la herida duele, la mirada cambia. Y
dejo de pelear contra el dolor… y me abandono en Él. Y entonces llega esa paz,
que serena el alma y que proporciona fuerzas adicionales para enfrentar
cualquier situación.
Lo has
experimentado?
@Ale
Vallina
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