«Vivir después de los errores»
« 1Dijo también a sus discípulos: "Había un hombre rico
que tenía un mayordomo, y este fue acusado ante él como derrochador de sus
bienes. 2 Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya
no podrás más ser mayordomo". 3
Entonces el mayordomo dijo para sí: "¿Qué haré?, porque mi amo me va a
quitar la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4 Ya sé lo que haré para que, cuando se me
quite la mayordomía, me reciban en sus casas". 5 Y llamando a cada uno de los deudores de su
amo, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?". 6 Él dijo: "Cien barriles de
aceite". Le dijo: "Toma tu cuenta, siéntate pronto y escribe
cincuenta". 7 Después dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?". Este contestó: "Cien medidas de
trigo". Él le dijo: "Toma tu cuenta y escribe ochenta". 8 Y alabó el amo al mayordomo malo por haber
actuado sagazmente, porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato
con sus semejantes que los hijos de luz.
9 "Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas,
para que cuando estas falten, os reciban en las moradas eternas. 10 "El que es fiel en lo muy poco,
también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo
más es injusto. 11 Si en las riquezas
injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? 12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles,
¿quién os dará lo que es vuestro? 13
"Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al
otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a
las riquezas". »
Lc 16, 1-13
¿Por qué Jesús destaca la manera de obrar del administrador
corrupto? ¿Qué pretende resaltar? ¿Existe acaso algo valioso en la actitud de
este hombre?
No es la mentira, ni la trampa o el engaño, lo que provoca
en Jesús el reconocimiento sino el modo en que resolvió su falta. El
administrador buscó reconstruir su vida después de haber sido descubierto
haciendo más uso de su gestión. Y porque reconoce que ha obrado mal, quiere
hacer el bien para reparar, con buenas acciones, los errores cometidos. Y
encuentra una manera; beneficiar de alguna manera a los pobres.
La acción que Jesús admira en este hombre no tiene nada que
ver con aprobar la trampa sino con resaltar que existen otras maneras de
gestionar los errores y de vivir después del pecado…
En ocasiones te encuentras con personas que son incapaces de
reconocer sus errores. Justifican de muchas maneras el daño que hacen a otros,
ya sea hablando mal de los demás, sembrando división, o simplemente tratando de
manera grosera e hiriente a los demás... O, lo que es peor aún, hacen
responsables a los demás de las dificultades que existen. Pero también te
encuentras con personas que no pueden recuperarse de los errores cometidos.
Sienten que lo que han hecho es tan malo que ya no existe perdón alguno para
ellos. Sus culpas los aplastan. No pueden creer que Dios pueda tenderles su
mano ofreciendo su amor y misericordia.
Cuando vives con cierta incapacidad para reconocer tus
errores no estás abierto a crecer como persona ni madurar espiritualmente.
Porque ser consciente de tus acciones es esencial para madurar. Pero también es
fundamental para crecer y madurar espiritualmente dejar a Dios que sea Él quien
juzgue tus faltas y pecados, y no convertirte en juez de ti mismo. Las personas
que no pueden perdonarse a sí mismas son aquellas que han convertido en sus
propios verdugos. Y esto resulta doloroso y demoledor…
En este episodio del evangelio Jesús subraya la manera en
que el administrador resuelve su problema. Primero reconoce su falta, no
justificó sus actos ni culpa a otros. Segundo, en lugar de dirigir sobre sí
mismo todo tipo castigos piensa cómo puede salir de la situación para seguir
adelante. Y tercero, busca beneficiar a otros.
Jesús tiene finura pedagógica para enseñar. Y lo que rescata
como bueno de este hombre es que decidió enmendar su falta es haciendo algún
bien. Puede ser discutible si es una “buena acción” favorecer a otros como lo
hizo este hombre a costa de engañar a su patrón. Pero lo cierto es que Jesús
rescata la sagacidad, la creatividad, la inteligencia para reparar las faltas y
sanar las culpas.
Todos cometemos errores. Y porque nadie nació sabiendo es
importante aprender de nuestros errores. No arrastres tu culpa como si fuera tu
equipaje de camino. Si has dañado a alguien, si con tu comportamiento has
ocasionado el mal; si con tu manera de proceder ofendiste a otros, no te
servirá de nada cerrarte sobre ti mismo y castigarte por siempre.
¡Levanta la cabeza! Ayuda a los demás. Date tiempo para
acoger el dolor de los demás. Presta tu oído al que necesita ser escuchado.
Tiende tu mano al que necesita algún tipo de ayuda. Regala palabras de aliento
al que se siente desolado o deprimido. Si te encuentras reconociendo que has
obrado mal no te cierres al perdón, ábrete a la misericordia de Dios y a la
solidaridad con los que más sufren.
El pecado nos vuelve solidarios con los demás si sabemos
gestionarlo con astucia. Ésta es la manera astuta que encontró el administrador
de resolver su falta.
Pidamos a Dios no perder nunca la confianza en su
misericordia, y aprender que la solidaridad con los demás es una manera sabia
de enmendar nuestras faltas.
P. Javier Rojas sj
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