En realidad, ¿qué define quiénes somos? O si se quiere, ¿por medio de qué deseamos que nos definan?.
¿Acaso por lo que hacemos?  ¿Tal vez por nuestros valores? ¿Será por las relaciones que frecuentamos, con quiénes nos “codeamos”?  ¿Será por  los bienes que poseemos o por los lugares que visitamos?...
Cuando Jesús pregunta a sus discípulos “¿Quién dice la gente que soy Yo?”, no lo hace porque tenga problemas de identidad, y necesite que desde afuera le llegue la respuesta a este vital interrogante. Lo hace porque desea conocer cómo se definen los discípulos a sí mismos. Hay muchas personas que se han olvidado de quiénes son porque están todo el tiempo buscando que se reconozca lo que hacen.  Se buscan en la mirada ajena, y no en la propia…Cuando creemos que somos lo que hacemos, corremos el riesgo de perder nuestra verdadera identidad…Es cuando el ego “se come” al alma.

 No somos lo que hacemos. Somos mucho más. Somos hijos, hermanos, amigos. Nuestras relaciones nos ayudan a tomar conciencia de nuestra verdadera identidad. Cuando nos olvidamos de que somos padres, amigos  o hermanos nos alejamos de lo fundamental. Y cuando lo que es esencial para vivir deja de ser un valor perdemos el horizonte para discernir qué  decisiones tomar y cuál es el verdadero rumbo de nuestras vidas…Muchos son los que  afirman que las horas que les insume el trabajo es para dar lo mejor a su familia…olvidándose de que la familia tiene además otras necesidades que el dinero no puede comprar… ¡Date un tiempo para estar con los tuyos! Antes que un empleado eres padre, hermano y amigo. No dejes que la desmesura y la ambición por poseer  te pasen por arriba, aplastando tu verdadera esencia…

P. Javier Rojas, sj - Ale Vallina

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