«¿Por qué seguimos a Jesús?»

«Jesús iba de camino acompañado por mucha gente. En esto se volvió y dijo: Si alguno no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aún más que a sí mismo, no puede ser mí discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿acaso no se sentará primero a calcular los gastos y ver si tiene dinero para terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, si no puede terminarla, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: “Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar.” O si un rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿no se sentará primero a calcular si con diez mil soldados podrá hacer frente a quien va a atacarle con veinte mil? Y si no puede hacerle frente, cuando el otro rey esté todavía lejos, le enviará mensajeros a pedir la paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.»
Lc 14, 25-33

¿Por qué cada uno de nosotros seguimos a Jesús? En realidad, ¿Qué es lo que nos motiva a ser sus discípulos?
¿Qué diríamos si tuviéramos que dar razón de por qué somos cristianos? (Cfr. 1Pe3, 15 ss.) Las personas que nos conocen y saben que somos cristianos, ¿estarían dispuestos a ser también ellos cristianos al ver cómo vivimos nuestra fe? Si la apertura de las demás personas dependiera del testimonio de mi propia vida ¿Se convertirían en  cristianos?
Los motivos por los que decidimos seguir a Jesús pueden ser de los más variados. Muchos se dicen cristianos porque han nacido en una familia creyente y le han dicho que es católico, pero no participan de la comunidad cristiana.
Otros siguen a Jesús porque quieren asegurarse un futuro prometedor. Les han enseñado que si siguen a Jesús no les faltará nada. Creen que estando cerca de Él recibirán beneficios que garantizarán su felicidad. Aunque tal vez no entiendan bien en qué consiste la felicidad del evangelio.
Existen personas que lo siguen por curiosidad. Han probado de todo en sus vidas y esperan que Jesús les dé las respuestas que están buscando. Se sienten vacíos y han perdido el sentido de sus vida… por ello buscan a Jesús. Quieren volver a sentirse bien…
Y hay también personas que lo siguen porque descubrieron en Él a Alguien a quien merecía la pena seguir. Han encontrado en Jesús un “modelo de vida”. Se han dado cuenta de que Jesús es el Camino que los mantiene en el bien; la Verdad que les permite amarse a sí mismos sin necesidad de mentir sobre quienes son en realidad; y la Vida en abundancia que no teme hacer frente a las situaciones dolorosas porque conocen a Aquel en quien han puesto su confianza.
 Dice el evangelio que «Jesús iba de camino acompañado por mucha gente. En esto se volvió y dijo…». Los que intentamos seguir a Jesús, e incluso los que muchas veces creemos haber elegido el camino correcto, podemos caer en la tentación de dejarnos absorber por otros criterios que no son los evangélicos. Por eso es bueno dejarnos cuestionar por Jesús a fin de conocer la motivación que nos lleva a seguirlo.
Corremos muchas veces el peligro de convertir a Jesús en el “curandero” de la cuadra. En el fundador de la nueva espiritualidad del “Llame ya!”. Puede suceder que aun siguiendo a Jesús, nuestras motivaciones no estén del todo ordenadas. Y entonces es bien lícito preguntarnos ¿Por qué seguimos a Jesús?
Decimos a menudo que es difícil seguirlo, cuando nos encontramos con personas o situaciones en las que se nos hace difícil ser cristianos, pero la mayor dificultad no está en los demás, ni en las situaciones que vivimos, sino que el mayor obstáculo puede estar en nosotros mismos porque a veces no somos capaces de poner a cada situación y cada persona en el lugar que les corresponde en nuestra vida.
Cuando Jesús vio que la gente lo seguía se volvió y les explicó qué condiciones se requieren para seguirlo. Y no porque intentara tener un grupo selectos de seguidores, sino porque deseaba que reflexionaran acerca del lugar que ocupa Él en sus vidas. Nosotros también necesitamos conocer el verdadero motivo por el que seguimos a Jesús y qué lugar ocupa Dios en nuestras vidas. Él sabía que “mucha gente” lo seguía y quería ayudarlos a crecer.  Por ello siente la necesidad de plantear con claridad las condiciones que se requieren para llegar a ser su discípulo.
Expone tres condiciones; 1) Si alguno no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aún más que a sí mismo, 2) Si no toma la propia cruz y me sigue y si no 3) Renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.
  Es importante entender que la primera condición no significa que desprecie el amor hacia los demás. No nos dice que dejemos de amarlos, sino que examinemos la manera que tenemos de amar. En el amor que expresamos a los demás ¿Qué lugar ocupa el amor a Dios? El verdadero amor es libre y gratuito por sobre todas las cosas, y si nuestro amor no da libertad a las personas que amamos, los esclaviza. El hombre que se esclaviza por amor no tiene ordenado sus sentimientos y por consiguiente no ama de verdad.
En la segunda condición nos dice que hay que tomar la propia cruz y seguirlo. ¿A qué se refiere con ello? Muchas veces pedimos a Dios que sane y cure todos nuestros males y pecados. Pero debemos estar atentos de no estar construyendo una espiritualidad puritana. Pasamos largas horas rezando a Dios pero sólo hablamos de nosotros mismos. Sólo nos ocupamos de nuestros problemas y pecados.
 Ya San Pablo pidió al Señor que le sacara la espina que tenía clavada en la carne y Él le respondió «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (2Cor. 12,9). Es importante purificar nuestro seguimiento a Jesús, pues ser discípulos suyos es confiar en que su gracia nos sostiene en las debilidades… No hagamos del pecado el centro de nuestra existencia y de nuestra vida de fe. Pongamos a Dios en el horizonte de nuestra vida y fortalezcamos las gracias que recibimos diariamante. No basta con evitar el pecado, debemos procurar ser buenas personas.
¿Por qué dice Jesús, que es necesario «renunciar a todo lo que se tiene» para seguirlo? Entenderíamos mal su mensaje si creyéramos que se refiere sólo a nuestras posesiones materiales. Tal vez Mateo 9, 17 nos pueda brindar una pista. Allí  leemos «Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pierden; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.» Todos hemos recibido de nuestros mayores el testimonio de la fe, pero es importante encontrarse personalmente con Jesús, y cuando logramos hacerlo muchas veces tenemos que estar dispuestos a «renunciar a todo lo que tenemos» si deseamos seguirlo. La fe verdadera no puede guardarse en un corazón viejo.
Tenemos que animarnos a hacer nosotros mismos la experiencia de encontrarnos, de una vez por todas, con Dios Padre misericordioso y dejar de lado ese temor al castigo que oprime nuestras consciencias.
 Hay mucha gente que tiene miedo a aceptar la imagen misericordiosa de Dios. Prefieren al Dios que premia a los buenos y castiga a los malos. El Padre de Jesús, nuestro Padre, es un Dios de misericordia.
Pidamos a Dios que nos ilumine para examinar nuestro seguimiento y nuestra fe. Que nos dé fuerzas para ordenar nuestro amor a fin de que no nos esclavice. Que nos animemos a tomar nuestra cruz y caminar con confianza en Dios. Roguemos para que nuestro corazón se anime a aceptar el anuncio de un Dios que es Padre y que ama misericordiosamente a sus hijos.

P. Javier  Rojas sj



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