El reino de Dios se parece a un roble sacudido por un huracán. Soplan los vientos con fuerza, inclinan la copa, desgarran las ramas, arrancan las hojas. Pero los mismos vientos que atacan el roble se llevan sus semillas a grandes distancias, nace un roble nuevo. El huracán que parece destruir el roble hoy siembra sin saberlo el bosque que cubrirá mañana toda la montaña. 
Benjamín González Buelta sj

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