Sed buenos en vuestras manos: manos que dan, que
ayudan, que enjugan las lágrimas, que estrechan la mano del pobre y del enfermo
para infundir valor, que abrazan al adversario y le inducen al acuerdo, que
escriben una hermosa carta a quien sufre por nuestra culpa [...].
Sed buenos en el hablar y en el juzgar; sed buenos, si
sois jóvenes con los ancianos; y si sois ancianos, sed buenos con los jóvenes.
Mirando a Jesús, para ser imagen de Él, sed,
en este mundo y en esta Iglesia, contemplativos en la acción; transformad
vuestra actividad ministerial en un medio de unión con Dios.
Sed buenos. El sacerdote debe ser ciertamente el hombre de
la santidad, de la fe, de la esperanza, de la alegría de la palabra, del
silencio, del dolor. Pero debe, sobre todo, ser bueno: debe ser el hombre del
amor”
Pedro Arrupe, SJ
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