Los Ejercicios Espirituales son un proceso de experiencia de Dios para buscar, descubrir y seguir su voluntad. San Ignacio propone hacer esta experiencia a fondo, completa, durante un mes, en retiro y con dedicación plena. Y, pedagógicamente, marca los pasos, las etapas -"semanas"- que el ejercitante ha de atravesar:
-La toma de conciencia de uno mismo y de Dios (principio y fundamento).
- El reconocimiento del propio pecado y el perdón de Dios.
- La disposición para el seguimiento de Jesús.
- La contemplación de los misterios de Cristo para mejor conocerle, amarle, seguirle e identificarse con Él en su vida, pasión y resurrección.
- La profundización agradecida en el camino recorrido para disponerse a amar y servir, a buscar y hallar a Dios en todas las cosas de la vida diaria (contemplación para alcanzar amor).
Estas fases se siguen con el acompañamiento y guía de una persona que ayuda a discernir y orientar la oración del ejercitante según el Espíritu se va manifestando en él. Muchos otros consejos y reflexiones de gran sabiduría completan el proceso que san Ignacio recoge en el libro de los Ejercicios Espirituales, fruto de su experiencia y su interiorización.
Ese mismo proceso puede vivirse de modo más reducido en los Ejercicios de pocos días. También en la vida diaria, adaptándose al ritmo y necesidades de La persona que no interrumpe su actividad habitual.
La intuición profunda que el Espíritu regaló a la Iglesia por medio de Ignacio de Loyola, y que hoy revitalizan y transmiten los jesuitas y otras personas de espiritualidad ignaciana, sigue germinando en múltiples formas. Éstas pueden ser muy variadas, pero el fin es siempre el mismo: que la experiencia personal y eclesial de Dios lleve a un estilo de vida que busque en todas las cosas la voluntad de Dios y el seguimiento de Jesús.
Albino García, SJ
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