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Señor, hazme entender el valor de la espera para que maduren los frutos y las almas..."Hay un tiempo para sembrar, y otro para cosechar". (Ecle 3, 1-9). Dame luz para que entienda el valor de la vida que me has confiado.  Dame inspiración para que sepa seguir en todo momento tu camino. Dame fortaleza para que no sea cobarde a tus pedidos... Dame intuición necesaria para que descubra una y otra vez tu providencia en mi vida. Dame la sabiduría para entender cómo todo va dirigido a la constitución del Reino de Dios aquí en la tierra como antesala del cielo. Jaculatoria: "Señor, ¿Qué quieres que haga?"
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«El acompañante espiritual no puede decirme cuál es la voluntad de Dios para mí. Lo único que puede hacer es animarme a reflexionar por mí mismo sobre lo que con­cuerda conmigo. Y puede abrirme los ojos para descubrir por mí mismo lo que Dios quiere de mí. Hoy existe en muchas personas una necesidad de acompañamiento espiritual. Constituye para muchos un buen camino para emprender la búsqueda de Dios y de la propia verdad. Pero para ello se requiere que los acompa­ñantes espirituales -mujeres y varones- posean una sensi­ble capacidad de percepción de los enredados caminos de Dios con los hombres y un buen conocimiento de su propia alma y del alma de las personas a las que acompañan.» Anselm Grün
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«Antes de parapetarnos en argumentos teológicos, debemos buscar con toda hu­mildad y «sencillez de corazón» un camino que nos permi­ ta tratarnos los unos a los otros con sumo respeto, prote­gernos y soportarnos los unos a los otros, crear un espacio de cobijo y acogimiento y practicar otras formas de conducta tal como hoy es habitual en muchas empresas. Muchos cristianos sufren porque el clima de la Iglesia es a veces tan gélido como en las empresas. Si no vivimos ninguna de las formas de la convi­vencia humana, si no se hace visible y perceptible ningún signo de aprecio, entonces no debe extrañarnos que los hombres emigren de la Iglesia. De ahí que tenga tanta importancia el trabajo de rela­ción en las comunidades. La Iglesia se compone, por su­puesto, de personas falibles. Nunca llegaremos a ser una comunidad ideal. Tampoco Jesús contaba con ello. Pero que en medio de la fragilidad de la comunidad humana se haga visible algo del espíritu de Dios, esto es lo que anhe­lan los ...
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«El espíritu de Dios quiere ser experimentado. Quiere mostrarse en nosotros, para que en nosotros le conozcan los hombres. La gente percibe si nos situamos nosotros mismos en el centro o si somos transparentes para algo que es mayor que nosotros. Se trata de una cuestión de irradiación. Irradiar a Dios significa difundir paz, indulgencia, amplitud, libertad, quietud y amor. Si los hombres perciben todo esto en nosotros, entonces también podemos hablar de Dios de manera adecuada. Pero sin esta irradiación, el discurso sobre Dios es simple teoría. Y con mucha frecuencia se reduce a pura porfía.» Anselm Grün

Conozca las intenciones de oración del Papa Francisco para diciembre

Conozca las intenciones de oración del Papa Francisco para diciembre
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Sube a nacer conmigo, dice el poeta Neruda. Baja a nacer conmigo, dice el Dios de Jesús. Hay que nacer de nuevo, hermanos Nicodemos y hay que nacer subiendo desde abajo. De esperanza en esperanza, de pesebre en pesebre, todavía hay Navidad. Desconcertados por el viento del desierto que no sabemos de donde viene ni adonde va. Encharcados en sangre y en codicia, prohibidos de vivir con dignidad, sólo este Niño puede salvarnos. De esperanza en esperanza, de pesebre en pesebre, de Navidad en Navidad. Siempre de noche naciendo de nuevo, Nicodemos. “Desde las periferias existenciales”; con la fe de María y los silencios de José y todo el Misterio del Niño, hay Navidad. Con los pobres de la tierra, confesamos que Él nos ha amado hasta el extremo de entregarnos su propio Hijo, hecho Dios venido a menos, en una Kenosis total. Y es Navidad. Y es Tiempo Nuevo. Y la consigna es que todo es Gracia, todo es Pascua, todo es Reino. Pedro Casaldaliga

«Un lugar para el Salvador del mundo»

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En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!».                     Mt. 13, 33-37 Todos los años cuando llega el adviento sabemos que se cerca la celebración de la Navidad.  Y como es costumbre comenzamos a planificar la fiesta. Además de lo que nos toca organizar, también nos gustaría preparar el corazón para vivir más profundamente el misterio de la navidad. Es el nacimiento del Hijo de Dios lo que vamos a celebrar. Pero lo...