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«Este es mi cuerpo para la vida del mundo»

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« En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne para la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»                     J...
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« Si Dios es un portador del miedo en vez del amor, estamos usando lo más santo de la forma más temible y degradante. Tenemos que luchar a brazo partido contra esta imagen negra y amenazadora de Dios. Al Dios del miedo y del temor solo lo podemos combatir y sanar con su opuesto, que es el Dios del amor, que es el Dios de Jesús por excelencia » .  José María Mardones (Matar a nuestros dioses )
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Homilía del Santo Padre en Corpus Christi   "El Señor tu Dios… te nutrió con el maná, que tú no conocías” (Dt 8,2). Estas palabras del Deuteronomio hacen referencia a la historia de Israel, al que Dios hizo salir de Egipto, de la condición de esclavitud, y al que durante cuarenta años guió en el desierto hacia la tierra prometida. Una vez establecido en la tierra, el pueblo elegido alcanza una cierta autonomía, un cierto bienestar, y corre el riesgo de olvidar los tristes acontecimientos del pasado, superados gracias a la intervención de Dios y a su infinita bondad. Entonces, las Escrituras exhortan a recordar, a hacer memoria de todo el camino hecho en el desierto, en el tiempo de la carestía y de la incomodidad. La invitación es a volver a lo esencial, a la experiencia de la total dependencia de Dios, cuando la supervivencia estaba confiada a su mano, para que el hombre comprendiera que “no vive sólo de pan, sino de cuanto sale de la boca del Señor” (Dt 8,3). Además del hambre...